6.12.11

¿Fotografía igual a denuncia?

Muchos profesionales lo afirman constantemente. Es duro fotografiar la crudeza de la realidad para denunciar este planeta corrompido por el dolor.
No son pocas las fotografías que podemos encontrar de niños famélicos, enfermos y desnutridos. Fiel copia cual radiografía del esqueleto humano recubierta por una delgada capa de piel. Una piel más delgada que la de la manzana pocha, arrugada y arraigada al desatinado transcurrir de la vida.
Y sus autores, tras recibir el premio de turno por su magnífica obra, no se cansan de afirmar una y otra, y otra vez, que la fotografía la realizó para denunciar, para acercarnos al mundo que los telediarios no muestran. Más precisamente, que NO quieren mostrar.

Es entonces, al ver esas imágenes, cuando me pregunto si realmente observándolas nos quedamos con el mensaje que el fotógrafo trató de comunicarnos o solamente con el puro sensacionalismo que traspasa la frontera televisiva.
Queda muy bien para la cadena ''rellenar'' minutos enseñando el World Press Photo del año del niño moribundo y hambriento con tal de que su imagen no lucrativa quede intachable.
Qué hipócritas todos.
Apagamos la televisión y se nos olvida de inmediato. Quizá unas palabras de consuelo pretendan paliar el sufrimiento del niño. Mentira, solamente tratamos de calmar nuestra propia agonía, porque no nos atrevemos a hacer algo más que soltar por la boca ''¡pobre criatura! Y nosotros teniéndolo todo...''

A veces, me preguntan, si no me da pena que en mi profesión se dediquen a plasmar la prolongada muerte de esos niños con tal de ganar un premio. Ignorantes todos, no saben que el premio lo ganan los niños cuando dan a conocer la miseria que los rodea. Porque si tan sólo conmueve a un individuo, si tan sólo incita a una organización a desplazarse hasta el lugar y darle alimento durante una semana, el premio queda más que justificado.
Porque Minajh Gedi Farah, un niño de tan sólo siete meses que pesaba poco más de tres kilos a causa de su desnutrición, sobrevivió gracias a que su rostro osmotizó cada medio del planeta, escrito o audiovisual, interesado o no en él.
Una vez, una gran persona me contó que la obligaban a no mirar la desgracia ajena a los ojos. Ella hizo caso omiso. Quizá sólo por eso merezca la pena fotografiar tan de cerca la penuria, para que esos niños vivan algo más que su terrible infancia.

Si quieres saber más sobre Minajh, clicka los siguientes enlaces:

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